El erotismo contenido es la clave del éxito de ‘Crepúsculo’
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La fascinación de los jóvenes por el libro, ahora hecho película, tiene una fórmula de autocontrol en una época en la cual existen muchas libertades. |
La Nación, GDA, Argentina
Stephenie Meyer se atrevió mucho más que Bram Stocker, con ‘Drácula’, y Mary Shelley, con ‘Frankenstein’: pasar casi a un segundo plano las monstruosidades de sus criaturas y ponerlos de cabeza a sufrir por amor.
No es que aquellos no tuviesen ningún tipo de sentimiento. De hecho, el conde de Transilvania sufría la soledad acumulada por el lento paso de los siglos y el esperpento pergeñado por el doctor Frankenstein le ponía empeño a intentar congraciarse con una niña, un ciego y una novia hecha, como él, con retazos de cadáveres, mas lo suyo, evidentemente, no era el ‘roce’ social.
Pero hasta ‘Crepúsculo’, hay que reconocer que era difícil que una adolescente suspirara por un vampiro (difícil, pero no imposible: ‘Buffy, la cazavampiros’ de una película que derivó en serie, se enamoraba fugazmente de uno). Como Shelley, quien en 1816 soñó su Frankenstein, Meyer se acostó una noche de junio de 2003 y al día siguiente, al despertarse, tenía entre sus manos la génesis de una idea que ahora le hace facturar millones.
El libro (el primero de, por ahora, cuatro gruesos volúmenes que han vendido hasta el momento más de 17 millones de copias en todo el mundo) tiene la textura previsible y eficaz de los grandes ‘best sellers’: literatura lineal y sin trabas e infinidad de diálogos.
Esta fórmula garantiza el avance acelerado de la lectura por sus más de 500 páginas. La película, que se inspira en aquel, y que fue estrenada la semana pasada, resulta un tanto más esquemática. Esto, por una traslación a la pantalla grande demasiado prolija, que no se permite vuelo propio aunque, de todos modos, está lejos de traicionar el hechizo propuesto por Meyer a las jovencitas que la siguen con devoción.
“¿Qué te tienta más: mi sangre o mi cuerpo?”, lo provoca audaz la hasta no mucho antes apocada Bella a su muy prudente novio vampiro Edward. Él parece de 17 años, pero que ya tiene cerca de 100, miembro de una familia de ‘no vivos’ civilizada que solo se alimenta de sangre animal y no anda hincándole el diente a ningún cuello humano, por más tentado que se sienta a hacerlo.
¿Qué imán poderoso tiene ‘Crepúsculo’ para que las jóvenes abandonen su manía de sacarse fotos y subirlas a Facebook, chateen un poco menos y prefieran una noche de vigilia para leer en vez de asistir a una fiesta?
¿Qué se esconde dentro de ‘Crepúsculo’ para que el sitio oficial del filme en Internet haya recibido más de 8 millones de visitas y se eleve a más de 120 la cantidad de comunidades de adictos que no cesan de parlotear y escribir sobre tan excéntrica parejita que, a pesar del rotundo flechazo, no ha cedido todavía al revolcón?
Tal contención está poniendo en lugar incómodo a los analistas superados de esta época donde el autocontrol y la mesura no gozan de gran prestigio. Tiempos en los que el ‘vale todo’, paradójicamente, quiere imponerse como ley y donde el desborde constante genera más simpatía e interés que lo que no se sale de cauce.
Se intenta simplificar el debate como si el hecho de que Meyer (a quienes muchos sindican como la sucesora de Anne Rice, la autora de ‘Entrevista con el vampiro’) sea mormona lo explicase todo. ¿Es que las adolescentes de distintas latitudes se pusieron de acuerdo repentinamente para volverse piadosas y están dispuestas a mantenerse inmaculadas?
Por suerte, la vida real tiene vericuetos más sutiles que los que intentan prefabricar exegetas de los extremos más liberales y autoritarios. Después de todo, no existe en ‘Crepúsculo’ pacatería ni moralina alguna sino puro entretenimiento. Hay un erotismo que flota y que se potencia al quedar pendiente su consumación total.
Habla también del deseo y que la atracción y el amor es posible incluso entre personas muy diferentes. En una época como la actual, donde todo es tan explícito, ese autoimpuesto freno luce como gran originalidad, que asombra a las generaciones más jóvenes que nacieron en una época donde cualquier tipo de regulación está contraindicada y suena a mala palabra.
Los tres libros siguientes de Meyer, también darán lugar a otras tantas películas. Actualmente, las chicas leen la saga de 2 500 páginas aproximadamente de corrido, debido al impacto de esta historia de vampiros jóvenes.